Alejandro Flores

10.9.08

Inmaculada barbarie


11/09: de Sarmiento a las Torres



El debate inaugurado a mediados del siglo XIX por el escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento en torno de la dicotomía Civilización y barbarie hoy se mantiene vigente, ya que ni el avance de las tecnologías o el progreso han anulado la crueldad salvaje. Un claro ejemplo es la tragedia de las Torres gemelas de Nueva York, ocurrida el 11 de septiembre de 2001. A continuación se presenta una reflexión en torno de este tema.


La construcción de la civilización fue la gran tarea asumida por el hombre moderno, desde la Grecia clásica, hasta las grandes revoluciones que cambiaron el rostro del mundo tanto en la forma de producir sociedad, Revolución Francesa e Ilustración, como en la manera de producir los requerimientos mínimos para hacer funcionar la totalidad de esa sociedad, Revolución Industrial.


Ese eje, Ilustración-Locomoción, ideas y técnica, se convirtió desde hace casi dos siglos en la fórmula que nuestra cultura adoptó para autonombrarse y constituir civilizaciones en pos de abandonar el estado primitivo de barbarie. Pero ¿por qué? ¿para qué? ¿según quién?


La ilustración se montó en la razón para develar el conocimiento último de las cosas, la ciencia que explica los fenómenos y sus causas, todo lo que puede ser verificable. Por otro lado, la industrialización nos dotó de herramientas cada vez más complejas en sus funciones operativas para diseñar y transformar el mundo y nuestra experiencia del mismo a través de las tecnologías.


El Progreso de la ciencia, de la humanidad, de la técnica y del pensamiento nos liberaría de las ataduras arcaicas, remilgos del espíritu o de la conciencia, principalmente el miedo, para que por fin el hombre tocara el arpa junto a Apolo en la cima del Olimpo.


El descubrimiento de la linealidad temporal y la multiplicidad de saberes, racionalidades e historias, sin embargo, abrirían la puerta a una espiral similar al oráculo délfico que revelaba nuestros destinos.


Pero se trataría de una espiral ascendente, ya no del tiempo cíclico, tampoco del lineal, pues si bien, ascendemos en esta espiral, su forma nos dice que aprendemos de nuestros errores para perpetuarlos.


Aquellas promesas de felicidad, humanidad, libertad, igualdad, solidaridad, bienestar, progreso, se han derrumbado una a una como rascacielos en los que impactan aviones tripulados por cientos de personas.


En pos del progreso, del engrandecimiento humano y del empecinamiento, también humano, de cimentar una nación como imperio, el avión y la torre se abrasaron en un instante de fuego aquel 11 de septiembre de 2001 para develar la verdadera cara de la técnica, su cara racional, calculadora y, repito, radicalmente humana: la salvaje.


Esa fecha relaciona algunos eventos de importancia a lo largo del siglo XX, como el ya mencionado derrumbe de las Torres del WTC por ingenio del terrorismo (sea de Estado, mediático o ideológico) en 2001; la caída del gobierno y muerte de Salvador Allende en 1973, y en 1888, la muerte del escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento, recordado por sus ideas de progreso, por haber hecho de su experiencia periodística un proyecto político en búsqueda de la modernidad, y por crear una de las novelas más importantes de nuestra América Latina que funda en nuestra tradición el tema que hemos venido tratando con la obra Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina, publicada por entregas en el periódico El Progreso, a mediados del siglo XIX, cuando Sarmiento se encontraba exiliado en Chile.


En ese libro, Sarmiento conmina al rechazo de la barbarie para construir la civilización en nuestros países. Su proyecto político planteaba que para lograrla hacía falta emprender un proyecto educativo de gran envergadura y visión. Sin importar nada. Muy claro, aunque también muy radical.

¿Somos civilizados? ¿En qué sentido y cómo? si somos capaces de planear metódicamente nuestras más cruentas mezquindades y de ocultar con una precisión envidiable nuestras más oscuras intenciones.

Vale la pena reflexionar en torno de la vigencia del debate civilización y barbarie, hoy día que el mundo ha caído víctima de la aceleración y la intensificación de emociones deponiendo los grandes valores con los que aspiraba a ser mejor, aquel mundo en el que la pesadez y los afectos no sucumbían ante la ligereza, la insensibilidad y la fuerza de lo efímero.


Valdrá la pena la reflexión, si todavía nos estremecemos al recordar aquella imagen, que por salud mental es recomendable no volver a ver pero tampoco olvidar, en la que un avión se perfila para calzar con exactitud unas cuantas fracciones de segundo antes del impacto, en el costado metálico de uno de los edificios más grandes construidos por el ser humano, aquella mañana del 11 de septiembre de 2001, la fecha que clausuró un mundo.

0 comentarios: