Alejandro Flores

29.4.08

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¿Recuerdas las nubes?

Satín lame su patita derecha, y la pasa por detrás de la oreja izquierda. Se baña. Ella quiere verse linda para su joven gato enamorado. Brincos que tienen como cómplice y telón de fondo en esta noche amorosa una luna radiante que destila placer y gozo. Hoy es su cumpleaños. Hoy es un día especial.
Nubes de melancolía amenazan el fulgor intenso del dorado aleteo de sus párpados. La nitidez impregna el cielo. Las huellas se trenzan con el jugo de los árboles, con su néctar luminoso que brota en espigas de color ambarino. Ha llegado Rojillo, el de los ojos tiernos. Satín brinca desde la otra rama para darle una sorpresa.
―Joven gatuno, ha tardado usted demasiado.
―La espera nunca será suficiente, amada mía.
―¿Qué quieres decir con eso?
―Que no importa el tiempo. Estoy aquí. Quería verte hoy que es un día especial. Quería saber que estás bien. Me tengo que ir.
―¿Te vuelves a ir?
―Sí, para dejarnos ir, para dejarnos ser y existir.
―¡Eres tan complicado!
―Para nada. Nada tan sencillo como amarte, quererte y venir a decirte mi motivo y mi verdad, sí, pues así como hoy he vuelto a encontrarte, pasarán lunas, eclipses, se formarán estrellas y habitaremos nuevas galaxias para que volvamos a amarnos con nuevos nombres, con nuevos cuerpos.
―¿Por qué dices esas cosas?
―Porque mañana será demasiado tarde. Mis palabras ya no causarán el mismo efecto. Ya no pensarás en mí y si lo haces mi recuerdo dejará de hinchar tu corazón. Tal vez en algún otro momento, en alguna otra vida.
―Ahora. Yo te quiero ahora.
―Conocernos ha sido maravilloso. Pero será diferente. No sé si mejor pero diferente.
―No se me ocurre otra forma más bella de conocerte que el primer día en que escapamos de aquel perro que quería tragarnos, cuando me dijiste que ya no querías cazar ratones porque les haces daño y cuando nos revolcamos horas persiguiendo a una enorme bola de estambre.
―¡Apuesto a que habrá mil formas más de enamorarme de ti!
―¡Gato!
―¡Te traje un regalo!
―¿Qué? ¿Qué es?
―Es un…
Satín no supo qué hacer, se sintió rara, no sabía realmente si se sentía mal o sólo experimentaba una extraña sensación. El gato rojo se acercó y le ofreció un collar del cual pendía un anillo azul en cuyo centro palpitaba lo que en su mundo llaman Púrpura Mate, la materia que genera las descargas energéticas necesarias para el tránsito de la vida de un cuerpo a otro. Rojillo dijo ―¡Esto soy yo! Debo irme, con él podré reconocerte. Nunca lo abandones.
―Es un corazón ―dijo ella. Rojillo tomó el collar y lo colocó en el níveo cuello de Satín. Acercó su trompa y olfateó detrás de las orejas de su amada. Cerró los ojos. Satín no sintió el collar. No puede tocarlo. Lo puede ver, pero no lo puede sentir. La figura es traslúcida. Rojillo vio la sorpresa en los ojos de la niña y le dijo ―La forma es vacío. El vacío es forma. ―A Satín no le pareció claro lo que él dijo pero no hizo más preguntas. Ella no suele hacer preguntas. Lo miró fijamente. No lloró aunque sintió como si lo hiciera. Exactamente lo mismo pero sin lágrimas. Sintió la nostalgia recorriendo su cuerpo, su piel, hasta desgarrarla por dentro, pero lo único que mostró su rostro fue una sonrisa atónita y clara, sincera y tranquila, resignada y valiente.
―Ahora me voy. Tengo una misión pendiente en mi galaxia. Los gatos ancianos ya no quieren vivir, no creen ser necesarios. La tristeza los ha abatido. Los jóvenes de mi edad debemos... ―No sigas ―Lo interrumpió ―Yo creo en ti y estaré contigo. ―Por fin, su voz se cortó, un ligero temblor recorrió sus patitas y lo que parecía ser una lágrima se convirtió en diamante al ser tocada por el viento. Ella no tenía palabras. No sabía qué más decir. Se preguntaba si valía la pena. Y finalmente dijo: ―¿Cómo podré reconocerte? ―Él respondió ―Tan sólo mira bien mis ojos y grábalos en tu corazón. Yo sentiré tu latido. Tú me verás por dentro, reconocerás mi alma. Así será. Me despido, amor, por ahora. Quédate con este beso, estas palabras y este calor. ―Rojillo se preparó para dejar el árbol de Satín. Antes de que saltara, ella alcanzó a hacerle una última pregunta:
―¿Pero cuando? ¿Cómo saber que es el momento?
―Tranquila, lo sabrás.
―¿Y si nos equivocamos?
―Somos partículas de un universo inmensurable. Tenemos frente a nosotros una inmensidad de posibilidades para volver a encontrarnos.
―Dame una pista, una señal.
―Será cuando tú y yo seamos humanos. ―Dijo, sonrió y desapareció entre las nubes.

27.4.08

1

A LA CLAIRE FONTAINE, dulce diane, sweetest pain

He aquí la tersa continuidad de la magia, en la fortaleza anegada de un sentimiento: compatirte una lágrima y una flor en este claro y fértil mar de recuerdos. Sé que tú también lo sientes. Siento que también lo sabes.

26.4.08

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A un gato trapecista

¿Qué te digo? Que se me desgarra el alma. Algo así. Algo por el estilo. ¿Qué te cuento? Que se me vacía la mente, que la viscosidad de mis deseos no me permite pensar claramente ni bajo la penumbra de mis más recónditas pasiones. Nubes y naderías. Silencios y síncopas vacías. Clandestinidad inconforme ante la inapetencia del momento, ante la falta de respuestas, ante la ausencia de palabras. Pienso y escribo. Escribo y siento. Te cuento que no he hecho otra cosa que pensar en ti todo este tiempo en el que he pretendido hacer lo que debo hacer, que entiendo es hacer todo lo que se supone es correcto y que consiste en cumplir mis responsabilidades, no obstante, creo que todo lo que tengo que hacer es recordarte, ya que es preferible en casos como el mío optar por la honestidad, sobre todo si siento que resbala por mi piel como babosa incesante y rabiosa, pensamientos y recuerdos que son enjambres pérfidos y asquerosos de una incipiente levedad densa como la terrible culpa. Me pesa la cabeza y mis manos sangran color uva. Tus labios carcomen mis ojos por dentro cuando recuerdo el estertor de tu gemido lánguido en la niebla de lo efímero. Grita por favor amor mío y dime por qué esa película que vimos separados y en tiempos distintos pero que en el fondo sabemos que vimos juntos es tan significativa en estas horas de abandono y muerte idiota. Por qué no vienes conmigo para que partamos rumbo a la tierra en la que infinitamente nos encontraremos con rostros semejantes diferentes y plenos. Dime cuándo las azucenas darán a luz pequeñas ninfas ambarinas de esas que moran únicamente en la tierra pura del Gulag catártico número 5, en el que la feliz tristeza es reina, y de la melancolía surge el entusiasmo. Dime cuándo inundarás de nuevo mi habitación con tu licor hirviente, ese licor que me embriaga y que a ti te pone en trance, un trance desesperado, loco, de éxtasis, un vórtex hacia una dimensión desconocida, a la que nos aproximamos de espaldas pero sin perder de vista el camino que hemos recorrido. Dime por qué demonios estoy pensando en ti cuando ya te has ido más de una vez y finalmente vuelves. ¿Mi tristeza tiene algún sentido, alguna razón? ¿Hay alguna explicación? ¿Sería bueno que intentara controlar lo que siento y que se desborda ardiente como lava y fuego? ¿Debo esperarte otra vez? ¿O simplemente dejo que mi emoción palpite a todo motor yendo más rápido que mis ideas? ¿O me dejo aniquilar por esta nueva incertidumbre, esta nueva derrota? ¿Se trata de una derrota o es algo peor, un fracaso? Mira. Tus ojos son de una carmesí violento en estas horas de inefable estruendo, de un silencio insoportable y capaz de llenar mi habitación nublosa por unas lágrimas que no brotan, sino simplemente me escurren por dentro, en las paredes internas de mi piel, en mi columna vertebral, hasta que en mis entrañas se revuelven como ácido que me digiero para después vomitar. Para purgarme como lo hacen los gatos. Para purgarnos como lo hacemos siempre. ¿Recuerdas cuando fuimos gatos? Aquella vez que te trepaste en mi lomo para alcanzar la manzana de Adán colgada en el primer árbol no de la ciencia sino del crimen cometido contra nuestra aparente existencia, el crimen sobre aquello que es y que quién sabe qué es pero que según nosotros se parece a aquello que nos obstinamos en nombrar, en someter a conceptos que coagulan en nuestra conciencia causándonos cicatrices imborrables o incurables porque parecen reales siendo a la vez imaginarias y porque se impregnan en nuestro cerebro impidiéndonos dilucidar el abismo, la maravilla y el asombro. Aquella vez que observé la dulzura de tus ojos y te dije: Soy yo. Grábatelo bien. Y sonreíste saltando al siguiente árbol que flotaba en una nube galáctica de la cual brotaba leche espasmódica como un canto de sirenas. Esa noche en que mamamos como humanos neófitos como lactantes de pecho hasta que el sueño apareció y nos cubrió con su mítico y cálido v(u)elo. ¿Recuerdas amor o acaso me has borrado para siempre? ¿Es preciso que te cuente? ¿Es preciso que me estire completamente para alcanzarte y salvar esta acrobacia? ¿Recuerdas? Somos trapecistas y nuestro acto dura una noche que es todas las noches y un salto tan intenso y hondo como el vacío y la asfixia que se sienten en la garganta ante el vértigo. Creeme que hago un esfuerzo. Estoy tensando todos mis músculos; los aprieto y estiro. Le pido a mi corazón, el motorcito rojo, que no se detenga, que no se deje, que sea valiente en esta hora de intermitencias. Un relojito que no marca el tiempo. Este pequeño pero vital músculo que hoy está cansado y quisiera dormir entre tus manos sintiendo tu calor y tus dedos acariciándolo a su ritmo para que él pueda seguir soñando y colmar su vacío, para saciar su más noble deseo y, finalmente, para lo que es más importante: VIVIR que es seguir amándote, pues como dicen aquellos que tienen y viven con el corazón en la piel, en los labios y en las encías: No hay tal cosa que pueda ser digna de llamarse VIDA si ésta no contiene una alta dosis de gravedad y de sublime amor. Amor como tú y yo en estas horas de fuego y de cadáveres color violeta. Amor que late, amor que vibra, amor que desquicia por nuestra pertinaz cobardía, por nuestra incapacidad para hacer de las cenizas fuego y de éste, espanto para los demonios y fuerza para nuestros sueños. Amor que eres tú y que soy yo en este instante etéreo, en estos blancos y negros, en esta engañosa claridad de mezclar rojo con azul y azul con verde, de mezclar el deseo en la lengua con la vida en los dientes. Desde aquí te muerdo para dejarte herida, te mato para darte vida y te amo, te amo, te amo, porque sí, porque mi vida se hornea en tu boca, es tu saliva, fluye en tu sangre y galopa intempestivamente en tu humedad oscura, habla y encanta en tu angelical bravura y se condensa irremediablemente en tu insoportable, fatal e irresistible, ternura.

18.4.08

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Perros románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco. Había perdido un país pero había ganado un sueño. Y si tenía ese sueño lo demás no importaba. Ni trabajar ni rezar ni estudiar en la madrugada junto a los perros románticos. Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu. Una habitación de madera, en penumbras, en uno de los pulmones del trópico. Y a veces me volvía dentro de mí y visitaba el sueño: estatua eternizada en pensamientos líquidos, un gusano blanco retorciéndose en el amor. Un amor desbocado. Un sueño dentro de otro sueño. Y la pesadilla me decía: crecerás. Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto y olvidarás. Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. Estoy aquí, dije, con los perros románticos y aquí me voy a quedar.

8.4.08

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Sonnenallee extrait

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Sonnenallee -

Tratándose de la juventud que arde en la propia sangre, Teresa es una Odisea completa y una trampa. la trampa por la que atravesamos todos los adolescentes. Ofrecer la propia vida, los pensamientos es un acto noble que no siempre es valorado ni siquiera por nosotros mismos. la capacidad de abstracción de cada ser humano se convierte en el desdén perpetuo del flujo de existencia número 2. ¿Cuál es ese? Uo.