Alejandro Flores

29.1.08

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Batalla y territorio


México inicia el 2008 inmerso en una grave crisis social, económica y política: desempleo y pobreza al alza, pérdida de soberanía alimentaria, ineptitud rectora, combate estéril entre Ejército y narcotráfico que incrementa brutalmente la violencia en el país en la batalla por el territorio. México es un país desigual tanto en lo social, lo cultural, lo político y lo empresarial. El indicador más evidente de dicha desigualdad lo encontramos en el 60% de mexicanos que viven en situación de pobreza, mientras senadores y diputados reciben aguinaldos superiores, en promedio, a los $150 mil pesos por persona.

En materia de violencia, si el 2007 comenzó mal, 2008 ha empezado peor. Tan solo en Tijuana ha sido ejecutada una persona por día; la violencia ha llegado hasta las aulas de preescolar. Pero los nuevos tiempos, los tiempos de la información, competencia y eficacia, obligan a navegar a los ciudadanos en un mar de apariencias. De tal forma se ha intentado justificar la fútil empresa de acabar con el narcotráfico, sin atacar de raíz los problemas, y sólo queriendo quedar bien con el vecino del norte, al intentar desesperadamente de dar una buena imagen. Apenas hace unos días, el presidente Calderón anunció como uno los puntos torales de la política exterior para 2008, el difundir la imagen de un México “estable”. Esa es la estrategia de nuestro gobierno: aparentar.

La Presidencia de la República en coadyuvancia con las grandes empresas de comunicación se ha encargado de montar el juego de las simulaciones, gastando millones de pesos en espots publicitarios para crear, tanto al interior como al exterior, una falsa imagen de seguridad social, pluralidad política, libertad de expresión, crecimiento agrícola y estabilidad económica.

Ya vimos en qué rubros crece México, mientras decrece en competitividad, desarrollo regional, oportunidades y justicia social; éste último es el problema pendiente a resolver en la historia de nuestro país. Hoy día, la falta de oportunidades ha generado un descontento social alarmante que estuvo a punto de desbordarse en 2006. El panorama en este 2008 no es nada alentador: recesión económica americana, apertura del TLCAN, reformas estructurales pendientes, inversión extranjera en PEMEX.

Hoy no es suficiente revisar el TLCAN. El país y sobre todo los campesinos reclaman una política concebida con responsabilidad social, que aumente producciones y productividades e incida favorablemente en la elevación de las condiciones de vida. El campo mexicano está en peligro, la vida social del campo está en peligro y al parecer, lo que menos importa a nuestros gobernantes es a dónde se va a ir toda esa gente a la cual no se le está dando oportunidad en el campo. Tal vez su apuesta es conformista al respecto: incrementar el ejército de inmigrantes y con ello perpetuar la captación de remesas. Pero probablemente no visualizan otro ejército más atractivo, más poderoso y más brutal: el narcotráfico. Paradojas tan sólo concebibles en un país en el que la ignorancia es rectora.

¿Qué será más rentable el cultivo de amapola o el de granos? ¿Qué importan los dilemas éticos cuando lo que está en peligro es la vida propia en una batalla desgarradora por la supervivencia? Nada está desconectado. Al contrario, así como la crisis de hoy es la crisis de ayer, así como la tarea pendiente en 200 años de historia se llama igualdad, el abandono del campo ha incrementado una suerte de huestes desesperadas en busca de oportunidad que han encontrado cabida en el mundo narcoempresarial a través del narcomenudeo. El campo mexicano arde metafórica y linealmente como un infierno por las armas del crimen organizado y por la quema que realiza el ejército mexicano de miles de hectáreas tratando de ‘ganar’ una batalla de antemano perdida. No hay rumbo ni dirección. México se encuentra a la deriva.

10.1.08

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Wildcat by Ratatat