Alejandro Flores

23.8.07

0

Japanese Human Art

¿Pastilla azul o roja?

16.8.07

0

La espera

Quiero encontrar a mi mamá. ¿Por qué me miran así? Parece que están molestos conmigo. ¿Hice algo malo? La sala estaba repleta de invitados, conocía las caras pero no las personas, no sus nombres. Mami lloraba mucho en la sala. Me vio y se puso a llorar. Mi abuelita no entendía, creo que nadie le había dicho nada. Mamá decía “¿Por qué diosito, por qué?” Sentí que debía llorar, porque cuando pasaba algo así yo me ponía a llorar, creo que eso es lo que hago. Vi un ataúd en el centro de la sala. Silvia se acerco a mí. Ella es muy valiente, pero también estaba triste. Como que me quería decir algo pero le costaba trabajo. Mi mami lloraba y lloraba. Yo sabía qué estaba pasando. No era necesario que Silvia me explicara. Los adultos creen que los niños somos tontos. No tengo miedo. A mi tío Beto ya le pasó, a Salvador también, a mi abuelita Sarita, a mi compañera Karina. Mi papá parecía confundido. Sentí que era bueno acercarme a explicarle lo qué pasaba. Pero vi que Beto lo abrazaba. No sé cuánto falta y eso me da flojera. El asunto es sencillo. ¡Sí! ¡Me voy a morir! ¡Sólo tenemos que esperar a que me muera!

0

Domingo 8 de julio de 2007, 10:12 p.m.

Domingo 8 de julio de 2007, 10:12 p.m.

Te busco en las enredaderas de los árboles, cuando el viento fresco limpia mis lágrimas en un caminar repleto de seres que se machucan como hormigas. Nada es más bello que contemplar la caída de tu cabello como cascada infinita. Te busco en ese hombre que viene de frente y me reta con la indiferencia de su mirada. Te he buscado por debajo del pasto, en las plazas de mercado, en la ambición, la pedantería, la opulencia y el clima de superficialidad que entra por mi nariz y me desangra, que tragan mis poros para vomitar los restos de humildad que ya no merezco. Te busco como un gato que se posa en la cabeza de todos los gigantes para observar un horizonte maravilloso. Te amo en las paredes y en la cocina. Cuando la luna grita y los niños convierten el silencio en melodía. Te busqué esta mañana mientras plantaba flores que nunca abrirán y enterraba pájaros que volverán a trinar al amanecer. Caminé por una calle que es todas las calles recordando tu olor que impregna todo lo que me rodea. Estuve aquí en todas las ciudades y en todos los lugares que existen. He visto todo y nada me falta por ver. Vi una anciana contemplando el silencio de sus últimos días que pese a la rutina y la desesperanza siguen siendo una incertidumbre. Una anciana que me miró como un niño curioso. Un cuarto que da a la calle. Una anciana en una silla de ruedas que ansía su final con ternura, sorpresa y dolor en el rostro. La anciana y una casa que está en todas partes, donde importa y donde no es necesaria. Tan innecesaria como todos los que corremos compulsivamente hacia nuestra desaparición y olvido. Una anciana que me dio una gran lección sin decir palabra alguna y que encontré apenas unos 300 metros fuera de mi casa, donde me espera una cama que permanecerá tan vacía como mi cuerpo. Una anciana en un cuarto que da a la calle que espera conocer tus ojos para desaparecer de este planeta. Una anciana que vive en un cuarto que da la calle con un gato, un catre, una tele y un refrigerador, una puerta corrediza que cierra hacia abajo y se pliega y repliega sobre sí misma. Una anciana que me vio tres segundos para hablarme del sonido de los pájaros, del color de las flores, del sabor de las frutas, del silencio de la vida, del amor sin palabras y a kilómetros de distancia que arde en el corazón y fulmina con un recuerdo. Cerré los ojos y estabas a su lado diciéndole: “ese es Ale y me ama”.