Alejandro Flores

27.4.08

A LA CLAIRE FONTAINE, dulce diane, sweetest pain

He aquí la tersa continuidad de la magia, en la fortaleza anegada de un sentimiento: compatirte una lágrima y una flor en este claro y fértil mar de recuerdos. Sé que tú también lo sientes. Siento que también lo sabes.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Envidio al árbol que envidió Darío,
porque no tiene sangre y siente y no menstrúa y no copula;
porque sus raíces lo amarran a la tierra;
porque no se tala solo;
porque no es un trozo de carne imbécil;
porque no tiene ojos para verte, ni olfato para percibirte,
ni vulva.

Todo empezó cuando me tocaste.
¿No habló entonces también contigo Ares?
¿No escuchaste el palpitar amenazante del átomo,
el tronar de los rayos malignos del sol al quebrar la aurora,
la avispa del reloj,
el cencerro de la muerte?
En mal momento cedí a la tentación de tu abrazo.
Tú fuiste hecho para cosechar la luz,
para gozar del sol y procurarlo.
Aún en las noches amansas la estrella entre las sábanas.
Eres la clueca que pone el color sobre las páginas.
Yo era un ángel del desierto.
En tus brazós quebré mis alas,
dejé salir al bicho derni aliento,
aquel soplo de queratina con que un día me hizo Dios.
Crucé las puertas del inframundo,
sin conocer las señas del barquero, o las del can.
Me despeñé hacia este bajío helado y aceitoso.
Desconocía tus poderes
e ignoraba los míos y su sentencia:
buscaban
traidores
clavarme en la pica...